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Mi nombre es Ceci Azus-Serphos. Soy peruana, pero vivo hace 20 años en los Estados Unidos. Desde hace ya un año que soy una feliz aliada del Día de las Buenas Acciones. Creo que no importa en el país que vivimos, siempre va a existir la oportunidad de ayudar.

En septiembre de 2019 asistí a la 3ra Conferencia Regional del Día de las Buenas Acciones para América Latina en mi Perú natal. Allí tuve el gran gusto y honor de compartir con amigos, y con toda la gente maravillosa que asistió, de sus logros como voluntarios y de las ideas que tienen de cómo mejorar y hacer el bien.  Esto me inspiró y sentí que yo también podía aportar mis experiencias como voluntaria. Por eso decido contarles en este texto lo que hago aquí en Estados Unidos.

Empecé siendo voluntaria en el colegio donde llevaba a mis hijos, aquí en el Estado de La Florida. Ayudaba a las profesoras en sus clases y en sus actividades diariamente.  Al año siguiente fui contratada en el mismo colegio como maestra de inicial. Una de las actividades que más disfrutamos era llevar a los niños a visitar asilos de ancianos. Los ancianos se sentían tan felices al ver a los niños. Muchos de ellos no tenían ningún familiar que los visite, sus vidas diarias eran muy rutinarias, y estas actividades con los niños los sacaban de esa rutina y los llevaban a un momento de felicidad. Tratamos de hacer varias actividades con ellos, o al menos con aquellos que podían.  Les cantábamos canciones, bailábamos, hacíamos artes manuales, conversábamos… en realidad les hacíamos pasar un momento de alegría. Esta actividad la hicimos una vez al mes. Los ancianos nos esperaban con mucho anhelo y nos pedían que volviéramos pronto a visitarlos. Muchos de ellos en sus sillas de ruedas y casi sin poder hablar, nos miraban y en sus ojos se reflejaba la alegría de vernos.

Lo más interesante de esta experiencia era ver interactuar a niños y ancianos juntos. ¡Son tan parecidos y daría la impresión de que se entienden muy bien! Ver a niños y ancianos compartiendo las mismas actividades es una experiencia maravillosa, y sobre todo enseña muchas virtudes positivas a los niños como compasión, cuidados, y sobre todo a tomar conciencia de lo que es ayudar al prójimo.

Siempre me sentí muy unida a los niños, y ancianos, y es por eso que disfruto muchísimo de mi carrera como profesora y como voluntaria del adulto mayor. Tanto niños como ancianos necesitan mucho de nuestro apoyo y cuidados. Si les brindamos una sonrisa, pues ellos nos responden con otra. Si les brindamos una sensación de bienestar, pues les estamos brindando estabilidad. Sus necesidades son muy similares y tanto en niños como en ancianos uno puede dejar una huella muy grande en sus vidas.

Hoy en día, y con mucho orgullo, pertenezco a un grupo de voluntarios que trabajamos para el servicio a los sobrevivientes del Holocausto. Todos los meses repartimos canastas con comida y también tarjetas con una cierta cantidad de dinero. Me motiva esta forma de voluntariado ya que la necesidad básica del ser humano es la alimentación. Podemos distraernos con muchas actividades, podemos tener muchas cosas, pero si pasamos hambre entonces no podemos vivir. Si nosotros podemos aliviarles el día a los adultos mayores llevándoles alimento y haciéndoles sentir que no están solos, creo que estamos ayudando a crearles tranquilidad y al mismo tiempo felicidad.

Los sobrevivientes del holocausto ya pasaron mucha hambre, y hasta vieron a muchos fallecer del hambre. Ellos esperan con ansias el día en que llegamos con nuestras canastas. Desde la primera llamada telefónica que les hacemos antes de llegar a sus casas, hasta el momento en que llegamos, ellos sin importarles la hora o el día nos esperan y nos dan la sonrisa más grande que existe. Hemos aliviado sus corazones, y les estamos dando un sentimiento de bienestar. Nada de eso se puede comparar. Yo personalmente les doy las gracias a ellos por darme esta oportunidad de poder recibir sus bendiciones ya que ellos fueron bendecidos alguna vez y por eso están aquí con nosotros ahora.

Gracias a todos ustedes, compañeros voluntarios, por hacer lo que hacen en cada uno de sus países. La huella que están dejando es imborrable, y los corazones que están alegrando es la bendición más grande que el ser humano puede tener. Gracias por inspirarme a seguir con mi voluntariado y a contar mi historia.

En hebreo hay una palabra, Jesed, que significa “Misericordia, Bondad, Clemencia”. Quisiera dejar en el mundo y a las personas un poco de alegría y bondad, ya que cada granito de arena ayuda para poder crear un mundo mejor. Yo ayudo con mi jesed.

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